
LA IDENTIDAD, UN RETO PARA TIERRA VIVA
Una incógnita que me aborda a diario es la que tiene que ver con los sueños de los jóvenes campesinos. Desde que nacemos nuestros padres empiezan a escribir en sus mentes, lo que ellos quieren que seamos, nos ponen a estudiar a la escuela y después el bachillerato con la única ilusión: que nos graduemos y partamos a la ciudad. Es muy frecuente, escuchar frases como: “Mijo estudie para que no se quede bruto como yo” y ”Váyase para la ciudad para que trabaje y sea alguien en la vida”, como si desde que nacemos ya no fueramos alguien. Y así desde la infancia, los jóvenes campesinos vamos creando en nuestra mente, esa cultura de ciudad a la que no pertenecemos y que a fuerza, empezamos a pertenecer. Poco a poco vamos perdiendo el amor por lo nuestro, por lo que somos y por la tierra que nos vió nacer.
Esa falacia modernista, nos hace perder la esencia ¿Quiénes fuimos? Y lo más curioso y que te hace entrar en histeria, es que cuando muchos regresan, quizá, solo de visita, niegan lo que fueron. Nuestra manera de hablar, ya no es la misma: “osea, que pereza caminar, nada que ver, que vieja tan intensa”, y tantas otras palabras que aparecen como pegadas por un chicle. La ciudad nos roba hasta las palabras. Y padres y familiares, orgullosos por que el hijo está trabajando y triunfando en la ciudad, y no es un fracasado como el resto que siguen en el campo.
No es mi escrito, una batalla contra la ciudad, es contra la manera como nos enseñan a ver y a vivir la ciudad; nos ponen como señuelo el signo pesos para que lo sigamos y allí atraparnos.
No cabe duda que este es un trabajo arduo, y un reto grande para Tierra Viva. ¿Cómo triunfar, ser profesionales, estar a la moda y a la vanguardia de la tegnología y el modernismo sin perder nuestra esencia y sin olvidar lo que somos?
Que orgullo sería que el abogado, el ingeniero, el médico, la periodista, cualquiera que sea la profesión, pueda regresar a su casa campesina y desde el barranco que está antes del jardín pueda gritar ¡Soy campesino, a mucho honor¡
CLAUDIA YOLIMA RIVERA
San Rafael, junio de 2009