miércoles, 8 de julio de 2009

LA ESPERANZA DE MIGUEL


Todos los días a las cinco de la mañana, Miguel sale de su casa rumbo a la central de abastos de Bogotá, llega a la bodega Max Papa, se pone encima su debida indumentaria, unos zapatos gastados y suci os de color rojo, un pantalón de sudadera color negro al revés y su camisa esquelética, ya café de tanto sudor y tierra que ha soportado, además de la gorra que evita que se ensucie el cabello, con el símbolo de los yanquies de New York.

Llega el primer camión, con dos toneladas de papa para descargar, y a este personaje un brillo de repente le ilumina los ojos, no es la luz de un carro que pasa acelerado delante de él, ni mucho menos un rayo de luna llena que llega hasta su rostro, es el pensamiento agradable que le indica que por lo menos este día logrará llegar a su casa con algo de dinero para comprar lo de la cena de su familia, además de empezar a acumular el dinero para poder pagar el arriendo que se cumplirá de los próximos cinco días.

Realmente sabe que lo que ganara no es lo justo conforme al desgaste que le ocasionara a su cuerpo, los brazos raspados, las manos llenas de callos, las gotas de sudor que brotaran por su frente y demás partes de su cuerpo que le roban a la sangre su composición líquida y no dejan de esta mas que el simple bagazo, que ya no corre por las venas y convierte a Miguel, en no más que una maquina productora de fuerza de trabajo.

Él tiene muy claro esto, pero también tiene claro que dentro de su vida las posibilidades son limitadas debido a su escasa educación, a la necesidad constante de llenar el buche para poder madrugar un día más a repetir la misma jornada; por supuesto, también entiende que es por sus hijos por los que el hace tal rutina de cara a la muerte, que es a ellos a los que les brinda la posibilidad de un mundo mejor en donde no tengan que matarse sirviendo a un dueño explotador, un mundo donde puedan respirar un aire, si no mas limpio, por lo menos más tranquilo, más cercano a esto que algunos llaman felicidad o paraíso.
El brillo de sus ojos se va, la temperatura del cuerpo empieza a aumentar, pero por lo pronto Miguel esta tranquilo, por lo pronto él un día más, salvo el alma.



Por: Reinaldo Mejia Barrera
Proyecto Pequeño Trabajador

2 comentarios:

Jovenes de Almas Gurerreras dijo...

huuuy que chimbaaaaaa....

Jovenes de Altamira dijo...

DE AHORA EN ADELANTE HAY QUE SEGUIR ESCRIBIENDO